Seguramente viste ayer en las noticias esta noticia acerca de un neonazi maricón, una protesta y unas amenazas de Trump a una universidad americana:
Lo que ocurrió a grandes rasgos es lo siguiente: un periodista iba a dar una charla en la Universidad de California en Berkeley. Como sus opiniones no son progresistas los estudiantes de la Universidad organizaron una revuelta violenta para evitar que hablase, tuvo que intervenir la policía y lo consiguieron, la universidad canceló el evento. Trump dijo en twitter que si en Berkeley no se respetaba la libertad de expresión podría suspender los fondos públicos que recibe la universidad.
If U.C. Berkeley does not allow free speech and practices violence on innocent people with a different point of view – NO FEDERAL FUNDS?
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) February 2, 2017
El periodista que iba a dar la charla se llama Milo Yiannopoulos. Es un homosexual judío que vivió toda su vida en Inglaterra y empezó su carrera escribiendo acerca de tecnología y videojuegos pero hoy se dedica a hablar en contra del feminismo y de la censura en las universidades intercalando sus comentarios con anécdotas de su vida homosexual. Las opiniones de Milo Yiannopoulos son conservadoras y no se diferencian mucho de lo que opina la mayoría de la gente que votó por Trump y que representan casi a la mitad del electorado, pero ni su aspecto ni su humor son conservadores. Milo Yiannopoulos es joven, gay, presenta sus opiniones de una manera divertida, y por eso rompe con el estereotipo que los medios han promovido en EEUU de que los conservadores son todos viejos o fanáticos religiosos. Por eso hay mucha gente joven que lo sigue y la izquierda hace todo lo posible por sabotear sus charlas.
Así que los medios han aprovechado esta oportunidad para intentar destruir la reputación del periodista acusándolo de ser un racista. En las secciones de «Internacional» de los periódicos españoles como todo lo que se publica es una traducción pasada por «Google Translate» de las noticias de Reuters y de noticias leídas por encima de periódicos de izquierda americanos nadie se ocupó de contrastar nada ni de entender el tema, y por eso el resultado fue el siguiente:
Reuters acusó a Milo Yiannopoulos de ser «de extrema derecha». CNN repitió el comentario. En El País le agregaron el título de provocador. Milo pasó a ser «un provocador de extrema derecha». Los del Huffington Post y 20 Minutos lo llamaron directamente «ultra». En Hipertextual, un blog irrelevante editado por sudamericanos que se ha apuntado al carro de la justicia social para ver si de una vez alguien le hace caso en España, ya se volvieron locos y acusaron a Milo de ser «un acosador» y a Breitabart News (el medio para el que escribe) de ser un medio de supremacistas blancos. En el telediario de Telecinco de por la noche se enteraron un poco mejor de quién era el personaje quizás porque están más al tanto de las novedades del mundo homosexual, y dieron un poco más de contexto y lo titularon como una de esas adivinanzas de cuando éramos pequeños «Un gay por fuera y neonazi por dentro, Milo Yiannopolous».
Al mismo tiempo le restaron importancia a las revueltas violentas describiéndolas como «protestas» como si se tratara de una simple manifestación pacífica, como si fuera el Día Internacional de La Tierra. Pero fue de todo menos pacífica. A Milo Yiannopoulos tuvieron que sacarlo con escolta y un chaleco anti-balas del auditorio. Hubo al menos diez heridos. Entre los cientos de manifestantes estaba un grupo de comunistas que se autodenominan «antifascistas» vestidos de negro que dieron palizas a varios de los estudiantes que iban a asistir al evento, a uno le partieron la cabeza con un tubo de metal. Rompieron los escaparates del Starbucks de la Universidad, dispararon cohetes hacia el interior de los edificios, le tiraron piedras a la policía, pusieron barricadas, y prendieron fuego a uno de los edificios de la Universidad.
La policía fue a la Universidad en teoría a contener la revuelta, pero no hicieron absolutamente nada más allá de evacuar a Milo porque su vida corría peligro. Se quedaron dentro de la universidad mientras la revuelta se desarrollaba afuera. La Universidad tampoco hizo nada por intentar apaciguar a la multitud en su mayoría compuesta por sus propios estudiantes y miembros de sus facultades, se limitó simplemente a cancelar el evento.
El decano de la universidad publicó una carta a los estudiantes en la que decía los siguiente:
«El Señor Yiannopoulos no es el primero de su calaña en venir a dar una charla a Berkeley y no será el último. En nuestra opinión el Señor Yiannopoulos es un troll y un provocador que utiliza un comportamiento odioso en parte para «entretener» pero también para evitar tener que debatir sus propias ideas. Se le ha condenado ampliamente y con razón de dar discursos que incitan a la violencia en contra de un gran número de diversos grupos e individuos, y también de ridiculizar y ofender a miembros de su audiencia, particularmente a miembros de la comunidad LGBTQ. Las opiniones y el comportamiento del Señor Yiannopoulos despiertan reacciones muy fuertes porque sus ataques pueden extremadamente dolorosos y perturbadores. Aunque alentamos a cualquier persona que no quiera convertirse en el blanco del Señor Yiannopoulos a considerar si debe o no acudir a este evento, estamos preparados para dar apoyo y recursos a los miembros de nuestra comunidad que se vean afectados por sus palabras y por sus acciones en el escenario (os daremos más detalles acerca de estos recursos en el próximo mensaje)»
Entre los atacantes del grupo comunista que golpearon a los asistentes al evento se encontraba un miembro de la facultad de la Universidad de Berkeley, un hombre de 42 años que se jactaba en Twitter de haber golpeado a «un nazi»:
La Universidad de Berkeley, como casi todas las universidades de investigación en EEUU, no es realmente America, sino una especie de base fortificada de la América del futuro puesta en la América del presente para iluminarla y asimilarla. Todo lo que pensaba un estudiante de Berkeley en 1945 se convirtió en la opinión predominante en América durante la década de los 60, veinte años después, y pasó a formar parte de las leyes. Todo lo que piensa hoy un estudiante de Berkeley, lo que enseñan sus profesores en sus aulas, si la trayectoria se mantiene igual, será la opinión predominante de los americanos dentro de 20 años. Y la opinión de los estudiantes de Berkeley aprendida de los profesores y los miembros de las facultades de su universidad es: «darle una paliza a un nazi está bien» ¿Y quién es un nazi? parece que «Cualquiera que no piense como yo»
Como he dicho antes, las opiniones de Milo Yiannopoulos no son neonazis. No es un supremacista blanco. No es un ultra. No ha ido a esa universidad, como dijeron los del NY Times, periódico del que mal leen y copian las noticias los periódicos españoles, a reunir a todos los ultras en el auditorio. Milo Yiannopoulos comparte las opiniones de la mayoría de quienes votaron por Donald Trump. Opiniones conservadoras ampliamente aceptadas como que las feministas radicales están locas y que en las universidades debe haber diversidad de opinión. Pero para los estudiantes de Berkeley y los medios de comunicación Milo es un neonazi, quizás porque de esa manera pueden justificar la violencia que desataron en su contra y en contra de todos los estudiantes que estaban en el auditorio para escuchar su charla.
En España se ha tergiversado la razón por la que Trump le advirtió a la Universidad de California en Berkeley que hiciera un mejor trabajo controlando a sus estudiantes si quiere seguir disfrutando de los beneficios de la financiación pública. Tildaron a su comentario de ser una amenaza, un abuso de poder, y un atentado en contra del sistema educativo. Pero nada de esto tiene sentido si se sabe realmente de lo que se está hablando. Lo sé, es difícil pedirle eso a un medio español cuando habla de Estados Unidos.
Berkeley es una universidad privada. Cada estudiante de pregrado de Berkeley paga entre 35 mil y 62 mil dólares al año a la universidad para poder estudiar allí. Muchos de ellos, los que no pueden pagar esas cantidades de dinero piden un préstamo a un banco o intentan conseguir varias becas parciales para poder pagarse la carrera. Al graduarse en promedio cada estudiante tiene una deuda de 17 mil dólares.
El dinero que recibe Berkeley del gobierno americano lo utiliza exclusivamente para sus programas de investigación. El año pasado recibió subvenciones de 370 millones de dólares del gobierno. También recibe subvenciones de empresas privadas como BP, Hewlett Packard, Dow Chemical, porque las tecnologías que se desarrollan en Berkeley pueden ser patentadas, vendidas a empresas privadas, o prestadas como servicio a empresas. Pero para poder recibir ese dinero del gobierno Berkeley tiene que cumplir con las leyes americanas y garantizar la libertad de expresión dentro de su universidad. Tiene que demostrar que ha hecho lo posible por defender el derecho de personas como Milo Yiannopoulos de expresarse en sus espacios.
Otro punto importante es que Milo Yiannopoulos no fue invitado a dar una charla por ninguna de las facultades de Berkeley. Fue invitado por una asociación estudiantil, el BCR (Berkeley College Republicans) y por ley la Universidad no puede ni cancelar ni prohibir que se desarrolle un evento convocado por una asociación estudiantil. Está obligada a ceder el espacio y ayudar a organizar el evento. Pero mientras que Berkeley tiene 38 mil estudiantes, el BCR tiene solamente 60 miembros. Esos 60 miembros fueron el blanco de los ataques de los grupos comunistas bajo el eslogan de «punch a nazi». Esta es la cara de los «peligrosos nazis» de Berkeley:
Es natural que un presidente suspenda los fondos públicos que destina el gobierno a las universidades si en lugar de ser centros de enseñanza libres de ideología son centros de adoctrinamiento comunista en una perpetua guerra cultural contra la otra mitad del país. El gobierno no puede dar fondos a una institución de este tipo. Esos 370 millones de dólares podrían ser destinados a otras causas mucho más valiosas que el caos y el malestar. Lo mismo debería hacer con todas las universidades que utilizan sus aulas para adoctrinar a los estudiantes y que prohiben el intercambio libre de ideas.
Si los medios tuvieran un mínimo de credibilidad los titulares deberían de haber sido algo como: «Al menos diez heridos en la Universidad de Berkeley tras una revuelta comunista que se les fue de las manos» o quizás «La Universidad de Berkeley pierde el control de una revuelta en contra de un periodista invitado».
Con este post no pretendo que te sorprendas de como actúan los medios en España, a estas alturas es ya evidente, lo que pretendo es llamarte la atención y que veas que los periódicos que ayer te mentían para que creyeses que los comunistas de la universidad de Berkeley que han estuvieron apaleando a gente tenían sus razones totalmente válidas, son los mismos que antes de ayer se echaban las manos a la cabeza cuando a Ana Rosa Quintana se le escapaba a micrófono abierto que le parecía bien que le partiesen la cara, en este caso, a una «nazi» española.
La era de informarse en periódicos, con los periodistas, con los informativos o en las revistas ha terminado. El 2016 y sobre todo este 2017 nos ha demostrado de manera más que suficiente que si quieres saber lo que está pasando esa no es la fuente a la que debes ir sino de la que debes huir. Tengo bastante certeza de que es lo que está pasando y porque absolutamente todos los periódicos occidentales están inmersos en una lucha en contra de la realidad, pero eso es tema para otro post. Mi consejo es que si quieres saber realmente qué está pasando veas vídeos en los que puedas sacar tus propias conclusiones, sigas a gente que te cuenta lo que pasa en esos vídeos, blogs personales, no te fíes de redes de blogs ni de blogs en los que escriban más de dos personas, infórmate en foros, infórmate en cualquier sitio menos en los medios de comunicación y no creas absolutamente nada de lo que te cuente un periodista, por lo general son sólo el muñeco de un ventrílocuo que sigue unas instrucciones muy precisas. Si hace 3 años me dicen que voy a escribir esta frase que viene ahora hubiese pensado que me había vuelto loco: A ver si lo que contaban los conspiranoicos al final va a resultar que era todo cierto.