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Son las cuatro de la tarde y hace un sol del Demonio, Rihanna saca un pato inflable gigante que compró esta mañana y se mete en la piscina de la casa que ha alquilado con ella lleva: una copa de vino, un pato inflable, un montón de anillos, pulseras, collares, un pañuelo en la cabeza y un tanga. Mientras alguien, un personaje anónimo al que nadie le da crédito por su trabajo, es el encargado de hacer las fotos a Rihanna que le grita desde el agua que repita una y otra y otra vez las fotos hasta que salgan bien. Ella en el agua, él al sol a 45 grados.
Subirse a ese pato de goma con la copa de vino sin pincharlo con las uñas seguro que no ha fácil, y tiene su mérito posar en esa postura tan incómoda con cara de no estar al tanto de que le están haciéndo fotos, seguro que sí. Pero la figura anónima de esos hombres y mujeres que tienen el ingrato trabajo de hacer fotos para Instagram a famosas cocainómanas, está poco reivindicado. Desde aquí vaya mi homenaje a estos trabajadores y trabajadoras y decirles que esperen, que aguanten, que ya vamos, que SI SE PUEDE… SI SE PUEDE… SI SE PUEDE.