Imagínate: es el futuro y el mundo ha sido devastado por comunistas y musulmanes que, aliados en revueltas populares con las clases bajas y con la turba, tomaron el control de las principales capitales del planeta. Lo que todos vaticinaron como una vuelta a la Edad de Piedra, en realidad no ha sido así. Ha sido mucho peor. Fábricas, plantas de energía nuclear, pozos petrolíferos, arsenales atómicos, etc., pasaron a manos de los comunistas, que, con mano de obra no cualificada importada de países del Tercer Mundo, han sido incapaces de mantenerlas operativas, entrando en conflicto entre ellos en guerras en las que se usó armamento atómico de forma indiscriminada, creando accidentes y tragedias de proporciones que ni los más agoreros propagandistas del mito del cambio climático hubiesen podido jamás imaginar.
Un pequeño grupo de millonarios, siguiendo una nueva teoría convertida en pseudorreligión que contaba que toda esta hecatombe no era más que parte de la evolución y que era la forma que tenía la naturaleza de seleccionar a los mejores, forzarlos a salir del planeta y llevar la vida inteligente a otros mundos, decidieron invertir todos sus recursos en construir una nave hábitat autosuficiente para dejar la Tierra. Ahora pasan las tardes proyectando vídeos grabados en la isla de Giske, de paisajes de soles nocturnos y solsticios de verano; escuchan cantar a Morten Harket, pasajero y antiguo vocalista de A-ha, y vagan por el universo en busca de otro mundo habitable.
Las semanas previas al despegue fueron complicadas: grupos organizados secuestraron y asesinaron a tres de los miembros del pasaje e intentaron destruir la nave en dos atentados. Consideraban fascista todo aquello de querer irse.
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