Estas son unas cuantas fotos de las muchas que tengo impresas y repartidas por la mesa ahora mismo y que me van a servir para el cuadro que estoy preparando.
A veces imagino que la vida de otra persona depende de que yo consiga hacer algo extraordinariamente dificil, casi imposible, pero para lo que estoy capacitado. Por ejemplo: "Debe pintar este objeto de manera fotográfica."
Colores, brillos, forma y textura... Si falla en algún solo tono, si uno de los brillos parece artificial, si la forma no es exáctamente la misma, si uno de los micro corpúsculos que brillan con la luz no esta pintado de manera exacta X va a morir de una manera terrible."
Disfruto cada segundo mientras imagino como miento a X contándole que a pesar de que voy a intentarlo, no creo que sea capaz de hacer lo que me están pidiendo y que va a morir con toda seguridad. Alargo la conversación explicándole lo dificil que es lo que me piden, incluyo detalles técnicos muy especificos que X no comprende, y que yo me invento en ese momento, que dan una razón aparentemente lógica a lo inminente de su muerte.
En mi fantasia no llego nunca al momento en que lo intento, ni siquiera se si lo llego a intentar y mucho menos si lo consigo. No me importa esa parte.
Antes de llegar yo, ya otros personajes ilustres habían comprado pescado en este lugar de Granville Island.
Granville Island, como ya comenté en otro post, es con toda seguridad el centro de la civilización occidental. Justo en el centro de ese centro que es Granville, se encuentra una pescadería atendida por unos japoneses en la cual venden probablemente el mejor pescado que se vende en todo Norte America. Allí compramos el pescado yo y el príncipe de Japón.
Mientras la gente pasa el Sábado noche drogándose o borrachos; yo, que podría ir a cualquier parte del planeta a hacer los que quisiera, paso la noche escuchando en la radio las noticias que me cuentan los últimos días de la Europa libre y los primeros de lo que será algo muy oscuro, mientras pinto dos manos y babeo de la felicidad que siempre me ha producido pintar y escuchar en la radio el ruido de los tambores que producen las guerras futuras. Creo que nadie disfruta tanto como yo el presente y la realidad, y no me imagino lo terrible que debe ser despertarse cada mañana y no ser yo: Israel.
Sobre la mesa de mi cocina, una mesa muy larga de unos 3 metros y medio con la parte superior de aluminio y que me sirve como mesa de trabajo, hay 5 lamparas. Las cinco lamparas estan enchufadas literalmente, con un enchufe, del techo que debe tener unos 4 metros de alto, posiblemente un poco más.
Las lamparas estaban ya aquí cuando llegué, no las compré yo y a pesar de que no es lo que yo hubiese puesto, no me desagradan y me son muy útiles, paso horas bajo ellas dibujando así que les he tomado cariño. La persona que vivía antes aquí me contó que compraron las lamparas a un diseñador coreano (creo) y que son bastante caras.
Ayer, justo cuando me disponía a empezar a dibujar el suelo de baldosas hexagonales del cuadro que estoy pintando, una de las lamparas se desenchufó sola, el enchufe cayó hasta la mesa y me quede sin luz justo encima del cuadro.
Más que como un contratiempo me tomo estas cosas como un regalo. Odio los puzzles, las sopas de letras, los crucigramas o los vídeojuegos basados en resolver complicados rompecabezas, no concibo perder tiempo y esfuerzo resolviendo un problema que no te repercute mayor beneficio que el de "matar el tiempo". El tiempo es lo único cierto que tenemos todos, un regalo de origen divino que se nos hace al nacer y el hecho de "matarlo" me resulta de lo más mediocre que se puede hacer con él, matar el tiempo es de estúpidos y es un insulto a quien sea que te lo haya dado el día que tuviste la suerte de poner un pie en La Tierra. Mataría antes a mis padres que a mi tiempo.
Dicho esto, que el enchufe cayera sobre mi cabeza, y desconectara una bombilla que está enchufada a 5 metros sobre mí, me permitía resolver un puzzle sin la necesidad de matar mi tiempo, si no todo lo contrario, resolver un problema.
El desafío era volver a enchufar la lampara sin tener una escalera con la que llegar ahí arriba, hasta el lunes no vienen los de la limpieza que sí que tienen una, y sin arriesgar mi vida poniendo una silla sobre otra silla y sobre una mesa a 5 metros de altura sólo para enchufar una lámpara.
Se me ocurrió intentar lanzar el enchufe al techo apelando a la gran suerte que siempre he tenido y que se enchufase casi por arte de magia, en otras ocasiones me han sucedido cosas parecidas en la vida y las he arreglado de esa forma, usando mi suerte. Tras dos intentos fallidos entendí que debo usar mi suerte sólo para cosas importantes como siempre he hecho y se me ocurrió atar dos palos de escoba uno sobre el otro con cinta adhesiva, pegar el enchufe en un extremo de estos con cinta adhesiva también, llegar hasta arriba con el palo largo que había construido y enchufarlo. Parecía funcionar. El único problema es que necesitaba que alguien esperara al cable arriba para despegar la cinta adhesiva del enchufe y poder despegarlo del palo, era eso o dejar el palo colgando del techo junto con el enchufe. Por un segundo casi me doy por vencido, hacía rato que estaba empezando a sentir los síntomas de esa enfermedad rara que padezco, y estaba por tirar todo e irme a la calle a comer exquisitos niguiris. Justo en ese instante, cuando pensé en sushi, se me ocurrió lo que fue en parte la solución a mi problema.
Necesitaba dos chopsticks gigantescos, dos palillos chinos de un tamaño descomunal que me permitiesen coger el enchufe como si fuese un fideo larguísimo y llevarlo hasta su destino: el techo. En este punto Yael empezó a decir que vivir conmigo era como vivir con un payaso del circo Ringling.
Uno de esos que empieza por poca cosa, un enchufe que se cae, y termina liándola y creando una catástrofe en la casa de proporciones, en ese momento, difíciles de predecir. Yo como siempre hago, y como hacen las personas que tienen una misión que cumplir, hice lo que debía y sequí con mis obsesiones: El Techo, el enchufe, el sushi.
Además acababa de caer en la cuenta de que tenía en mis manos justo lo que pedía, dos chopsticks gigantes: los dos palos de la escoba de antes, y solo necesitaba un par de detalles más para hacer de eso el instrumento perfecto para enchufar cables en enchufes que están a 5 metros de altura.
En cuanto construí mis palillos chinos gigantes tuve la certeza de que era cuestión de minutos que resolviese aquel puzzle. Tenía fente a mí a LA SOLUCIÓN.
Tranquilo y con la seguridad del que se sabe vencedor, decidí no poner el enchufe aún en su lugar y salí a la terraza a ver como se ponía el Sol sobre Vancouver. Los momentos previos a la victoria segura, ese instante en el que aún no has ganado pero te das cuenta de que con tu siguiente golpe vas a tirar por el suelo el problema que tienes delante, es mejor que la misma victoria y es un momento que siempre intento alargar todo lo que me es posible.
Volví a mi mesa y subí ese cable a las alturas, levantando los dos enormes chopsticks con una sola mano, mi cetro, mis súbditos se arrodillaron ante la majestuosidad de mi inteligencia, y posé delicadamente el extremo del cable sobre el enchufe del techo.
Y seguí dibujando, seguro entonces, de estar trabajando en algo de lo que se hablará años y años después de que me vaya con la certeza de no haber matado ni un sólo segundo de mi tiempo.
Hoy al pasar junto a un músico callejero me he dado cuenta de que la música que se toca en las calles es la música mas cara del mundo. Cuando pasas junto a un músico callejero entre que llegas y te vas puedes escuchar digamos que 10 notas musicales, por poner un ejemplo, si esas diez notas musicales te han gustado, si te cae bien el tipo, o si simplemente crees que debes darle algo de dinero al músico callejero por alegrar la calle y le das digamos que 2 euros, estás pagando la nota musical 20 céntimos. Si además tenemos en cuenta que estás pagando por sólo un fragmento muy pequeño de la canción podría decirse que la música que tocan los músicos callejeros es un producto carísimo que alguna gente está dispuesta a pagar por sólo oír, por sólo disfrutar, de un ínfimo fragmento del producto completo; por lo tanto y a mi parecer las personas que tocan música en la calle, contrariamente a la impresión que suele tener la gente, son los creadores de un producto extraordinariamente caro. Probablemente esté entre los productos más caros que se puedan comprar. La música vendida fragmentada, por notas.
Al mismo tiempo que pensaba eso, otra idea me pasó por la cabeza: una sociedad en la que la gente comprara, pagara y cobrase sus sueldos en forma de notas musicales. La nota musical como moneda de cambio y como base de la economía. La gente desempleada se vería obligada a salir a la calle a mendigar notas musicales a cambio de unas monedas metálicas que ellos mismos acuñarían en sus casas cada noche; se sentarían en la calle frente a un barril enorme de monedas y esperarían apelando a la generosidad de los que todo lo tienen. El resto de la gente, los que lo tienen todo, los privilegiados, pasearían por las calles con unos pequeños saxofones colgados del cuello, el que sintiese pena por la condición del mendigo o se sintiese solidario, se acercaría a él con su pequeño saxofonito y le tocaría 2, 3 o incluso 4 notas (PIRURIRUUU PIRURIIII), cogería unas monedas del enorme barril del mendigo y seguiría su camino feliz de haber hecho lo correcto.
¿Como lo véis?
Tanto la composición como todos los detalles de lo que estoy pintando, estan llenos de geometría. Así que paso posiblemente mas tiempo con reglas y lápices que con pintura. Hoy antes de ponerme a dibujar el suelo, hice estas fotos.
Estoy tomándome un té de menta mientras veo cómo se desmorona Europa.
Como siempre, de la forma más oportuna salgo corriendo de los lugares minutos antes de que todo explote. Esta mañana esre barco traía dos containers míos que contienen las pocas pertenencias que aun guardaba en la vieja Europa. ahora ya sí, al menos por mi parte, puede ya reventar todo.
Desde hace tiempo, mantengo la teoría de que si la materia prima con la que nos construimos cada día es el alimento que tomamos, más que comer sano, que tampoco está de más, lo que hay es que comer caro.
Me explicaré. Todos los días te crecen las uñas, los pelos de la nariz, se regenera un poco tu piel etc. todo eso está compuesto utilizando como materia prima lo que comes. Al contrario entonces que el común de los mortales, adictos al las ofertas, yo procuro comer todos los días en los restaurantes más selectos y caros de la ciudad en la que me encuentre; de esta forma por ejemplo un pelo de mi ceja esta compuesto de un almuerzo de Sushi y Ostras por poner un ejemplo y una cena de "aged sirloin" (perdona si te parezco un poco snob, nada mas lejos de mi intención, desconozco la traducción al español) o kobe y gambas tigre gigantes. Visto de esta forma, mi valor como ser humano es superior al de una persona que se alimenta a diario de lo que encuentra en las neveras de los supermercados por ejemplo.
Creo, en resumidas cuentas, que como ser humano mi valor podría equivaler al de treinta españoles (español arriba español abajo) ya que un almuerzo y una cena mía equivalen a un poco más de lo que gasta una persona de clase media en un mes completo de supermercado.
Estoy abierto al debate, como siempre. A ver que os parece.
Nota: Para ilustrar este pensamiento he usado una foto de mis sobras, considero que los platos de mis sobras son de muchísima mas belleza que los platos de comida que normalmente veo publicados en Internet por la gente normal.
Ayer compré estos 2 libros que parecen publicados en un universo paralelo. Cualquier cosa relacionada con los viajes espaciales publicado antes de los años 70, parece algo publicado en otro mundo, porque realmente era otro mundo. No me voy a repetir, ya hablé de eso aquí.
También he conseguido este libro publicado en 1980, que si bien como libro no es nada del otro mundo, contiene tres cosas, que lo convierten para mi en un gran objeto.